En el palacio de Blanca Nieves las cosas andaban revueltas. El espejito mágico estaba hasta las narices de las exigencias de la madrastra. Y Blanca Nieves se había vuelto obstinada y desobediente.
—El
otro día, la mala bruja, me tiró una lata de coca cola porque no supe describir
su belleza.
—Pues
yo estoy harta de que me envenene con una manzana.
—¿Y
qué podemos hacer, si la historia es la que es?
—¡Cambiemos
el guion! ¡Démosle cañita a la maldita!
—¿Y
el narrador? ¿Qué hacemos con él?
—El
narrador sólo narrará lo que queramos que narre. Déjame que piense, espejito.
Blanca
Nieves le dio al magín con frenesí. No tardó en dar con la solución. La rufiana
necesitaba un Smartphone para estar a la moda. Había que instruirla en las redes
sociales: Facebook e Instagram y también en TikTok. Entre ella y el espejito se
pusieron manos a la obra. En menos de un mes ya estaba aleccionada para ser una
Influencer de postín.
Tan
entretenida estaba en capturar selfies y montar historias y reels, que no se
dio cuenta de que Blanca Nieves y espejito se dieron a la fuga. En dos semanas
se la oía despotricar porque las métricas no obedecían a su autoridad. A la
tercera, desquiciada, mandó llamar a espejito, pero ya no estaba. Al mes, un
patatús se la llevó al inframundo.
Hoy
ningún niño sabe ya del cuento de Blanca Nieves. Dicen que ella y espejito van
de incógnito. Y el narrador quedó mudo de espanto. ¿Y tú, sabes algo de su
paradero?
@ana.escritora.terapeuta
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