domingo, 23 de noviembre de 2025

La cena

 


María esperaba a su marido para la cena mientras miraba la puerta. Últimamente, llegaba del trabajo tarde.

Sonó el timbre. Era él. Tenía la costumbre de no llevar nunca las llaves.

¿He llegado tarde, cariño? No veas cómo estaba el tráfico esta noche —se excusó Mario.

Si llevaras reloj no tendrías que preguntarme —le contestó María.

Mario entró en casa, se descalzó, soltó su maletín y se puso cómodo como solía hacer cada noche.

¿Qué hay de cenar hoy, cariño? —preguntó con voz melosa a su mujer.

Crema de espárragos. No me ha dado tiempo a bajar al supermercado. Así que, eso es lo que hay.

No te preocupes. Seguro que está buenísima. Lo que se prepara con amor, bien sabe. Por cierto, ¿qué tal te ha ido con la nueva jefa?

Bien.

¿Solo bien? ¿Nada más? Últimamente, tengo que sacarte las palabras con un sacacorchos. Estás muy rara y muy seria. ¿Pasa algo que yo no sepa?

Mañana viene el técnico de la lavadora. Confiable. Es confiable. Sé lo que puedo esperar de ella —le respondió María con una mirada que hizo que Mario bajase la vista hacia el plato.

La crema está un poco templada, ¿no? —observó Mario tratando de suavizar el ambiente.

Para mí está perfecta. Si la quieres más caliente, ahí tienes el microondas.

Vale, vale… ¡no te pongas así! ¡Qué susceptible estás! De todas formas, no creo que me la tome. Se te ha ido un poco la mano con el picante, cariño.

¿Ah sí? Yo pensaba que te gustaban las cosas bien picantes —dijo María, con una sorna que se le atragantó a Mario.

¿Sabes? Pensaba que tenía hambre, pero ya no... Creo que me iré a ver la tele al cuarto de estar. A estas horas echan unos documentales estupendos en la segunda cadena.

Claro, entiendo… si comes en otro sitio…, normal que no tengas hambre. Sí, he visto anunciar un documental de dinosaurios para esta noche.

¿Cómo? ¿Qué dices? —preguntó Mario visiblemente nervioso y con la cara pálida.

Pues, obvio: que no es bueno picar entre horas y fuera de casa. Deberías saberlo a tu edad.

Mira, María, estás muy rara. Tengamos la fiesta en paz. No me apetece discutir. Mañana será otro día.

Sí, mañana será otro día —le devolvió María a sus espaldas mientras caminaba hacia el cuarto de estar.

María recogió el plato vacío y se miró en el fondo. Mirándolo nadie diría que alguna vez estuvo lleno. Liso, pulcro, suave y frío al tacto como el mármol blanco de una lápida.

@ana.escritora.terapeuta


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