Humedecía
sus dedos alrededor de la humeante taza de café. Tenía ansias de penetrar en lo
profundo. Siempre las había tenido, pero este loco mundo la apartaba cuando
ella trataba de sumergirse, y por eso, le daba la impresión de estar
persiguiendo espejismos que se desvanecían en el aire como las volutas de vapor
que emergían de su taza. Pero esa mañana se sentía distinta, más ligera, más
liviana que de costumbre. No quería apartarse de su ensoñación. Silenció las
notificaciones del móvil en su mente y se dejó atrapar por el instante.
Sus ojos
tras el vapor, sus manos cálidas, su respiración cada vez más lenta y
acompasada como el lento golpeteo rítmico de un tambor. La atmósfera se fue
difuminado y ella entró confiada en el sopor. La barrera entre los mundos se
fue desvaneciendo. Pasado y futuro cayeron como una desvencijada torre de
naipes. Una sonrisa asomó por su rostro como el amanecer de un nuevo día. Abrió
los ojos sin abrir los párpados y allí estaba. Por fin lo había logrado, sin
esfuerzo alguno, sólo dejándose llevar y entregándose a lo incierto.
El sol
acariciaba su rostro y surcaba sus mejillas. Sentía la ingravidez de su cuerpo
sobre un espacio que la acogía como un tierno abrazo. Quiso ir tras las nubes y
las siguió, cobijándose tras ellas y jugando a esconderse como había deseado
tantas veces de pequeña. Luego quiso descender y pisar la fresca hierba con la
planta desnuda de sus pies para sentir el rocío. Podría pasarse la eternidad colgada
de ese instante. Ya nada ni nadie podría arrancarla de allí.
Cuando
volvió a habitar su cuerpo, la taza estaba fría. Había perdido totalmente la
noción del tiempo, pero no le importaba. No sentía prisas ni urgencia. Su corazón irradiaba un amor tan intenso que
era difícil de contener. Se sentía dichosa. Cualquier cosa que pasase no la
podría turbar. Su móvil sonó, miró la pantalla. La llamaban del trabajo. No
había acudido ni dado ningún tipo de aviso. Sonrió para sus adentros y no
contestó. Decidió tomarse el día libre. Lo
que sucediese a partir de entonces, sería otra historia porque ella ya no era
la misma.
@ana.escritora.terapeuta
¡Muchas gracias, Ana, por tan bello relato!
ResponderEliminarMuchas gracias, Rosa.
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