jueves, 1 de mayo de 2025

El postre


 

El hipopótamo cayó en medio del salón provocando un estruendo decadente. Se oía el repiqueteo ahogado de las cucharas de plata removiéndose sobre el fondo de los platos de porcelana. Los dedos del marqués tamborileaban inquietos sobre la superficie de madera maciza de la mesa, por encima del fino mantel de hilo.

Ninguno de los comensales quería hablar de la cosa, pero la cosa los observaba posada sobre sus atropelladas cabezas. La palabra se deslizaba hueca como un eco errado entre labios inexpresivos que trataban de fingir que eran ajenos a aquella atmósfera opresiva que los envolvía.

Y entre las palabras vanas que atravesaban el silencio como cuchillos romos, una vocecita infantil se abrió paso. Las espaldas se tensaron y el rigor se hizo tan patente que hería. La pregunta lanzada al aire por la niña hirió de muerte la compostura. Quedó flotando en el aire como una nube a punto de abrirse en lluvia.

—¿Y qué hay de postre?

Miradas incisivas, nudos crispados sobre la mesa, gargantas oprimidas en las que las cuerdas vocales amenazaban con romperse, silencio, un eterno espacio infinito de silencio para la mente saltarina de una niña. Al fin, alguien se atrevió a acoger la pregunta de la niña. Fue su abuela, la que la había acunado y mecido de pequeña, la que dio el paso sin contener el temblor de su voz.

—Cariño…, hoy el postre…somos nosotros.

@ana.escritora.terapeuta.


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