Era un día cualquiera de los muchos que pueblan el
calendario escolar. La estirada seño Gutiérrez paseaba entre los pupitres para
supervisar el trabajo de sus alumnos. El sol se atisbaba tras los cristales con
la promesa de una mañana espléndida. Mario estaba ensimismado tratando de
atrapar con sus manos los rayos de sol que se posaban sobre su mesa. Por
fortuna, pasó desapercibido a la aguda vista de la seño Gutiérrez, que se
acercó a Paulita y contempló con disgusto que la niña no estaba componiendo las
cifras de la ficha con los palitos y las gomas, sino que estaba armando figuras
geométricas sin sentido.
—Paulita, ¿me puedes decir qué estás haciendo? -—inquirió
algo irritada.
—¿No lo ve? —preguntó Paulita incrédula—. Estoy
formando constelaciones. Mire esta —dijo señalando a la derecha—. Es la osa
mayor, y esta otra es Orión.
—Paulita, no es eso lo que te he pedido —dijo suspirando
con resignada paciencia—. Tienes que componer todas estas cifras. Cuando lo
hagas, me llamas. Espero que te dé tiempo porque si no….
—Sí… me quedo sin recreo.
—Eso es.
La seño Gutiérrez se dio la vuelta para pasar por
el resto de las mesas. Comprobó con satisfacción que casi todos tenían hecha la
tarea correctamente.
—¡Bien hecho! —celebró con su tono más chillón—.
¡Alicia, eres una campeona! Te has ganado una estrella azul y una sonrisa —dijo
al tiempo que pegaba dos adhesivos en una tarjeta de cartulina.
—Eusebio, todas bien menos la última. Comprueba las
decenas….
—Mario, pero… ¿Qué has estado haciendo? —preguntó
exasperada—.¡No has hecho nada!
—No sé… contestó dubitativo y cabizbajo.
—¿Cómo que no sabes? Pues yo sí sé. ¡Te quedas sin
recreo hoy también!
La seño Gutiérrez suspiró hondamente. Niños como
Mario y Paulita la desquiciaban y la hacían dudar de su vocación. Si todos
fueran como Alicia, tan disciplinada y obediente, enseñar sería otro cantar.
Miró su reloj, quedaban 5 minutos para el recreo, así que trató de relajar su
mente pensando en sus próximas vacaciones. Quería viajar a Venecia. Se haría un
montón de fotos chulas que luego subiría a su Instagram para presumir ante sus
amigas. Tocó el timbre.
“¡Al fin!”, se dijo saliendo de su ensoñación. Les
hizo un gesto con la palma de su mano a sus alumnos para que se contuviesen.
Acostumbraba a indicarles cuándo debían salir para que lo hicieran de forma
civilizada y no “como los salvajes”, según decía ella.
—Podéis salir —dijo al fin— Paulita, tú te esperas,
y Mario, tú ya sabes…
Se acercó a la mesa de Paulita, y comprobó con
asombro que había terminado su trabajo de una manera impecable y en apenas 5
minutos.
—¿Ves cómo puedes cuando quieres? ¡Venga, sal al
recreo!
—¡No! —le dijo Paulita—. Me quedo con Mario.
—¿Por qué? —preguntó con incredulidad y cierto
malestar la seño.
—Porque quiero ayudarle. No veo bien que siempre se
quede sin recreo.
—Se queda sin recreo porque no quiere trabajar. No
es cuestión de justicia. Pero… ¿Qué hago discutiendo con una niña? ¡Fuera de
aquí, te he dicho!
—¡No! —le contestó Paulita, mirándola desafiante con
los brazos cruzados sobre su pecho— Él no lo hace, no porque no quiera, sino
porque no sabe. Necesita ayuda, y yo sé cómo ayudarlo.
—Voy a llamar al Director—. Terminó por amenazarla.
—De acuerdo. Seguro que me entiende.
La seño Gutiérrez salió bufando de allí. Esa niña
era terrible. Obcecada como una mula e irritante como una mala muela. Y encima,
todos sus compañeros, incluido el Director, la adoraban y celebraban sus
gracietas y ocurrencias, que, a su modo de ver, eran de lo más delirante. Pensó
en dirigirse al despacho del Director, pero desechó la idea por inútil. Así que
salió al patio. Esa mañana le tocaba guardia de recreo con Lucía, la seño de
inglés.
—¿Y Paulita? ¿No ha venido? Le preguntó extrañada
al no verla entre sus compañeros.
—Se ha quedado en el aula…. – respondió con
desgana.
—¿Por qué? ¿Está castigada?
—No, es que quiere ayudar a Mario con su tarea.
—¡Esa niña es increíble! Si tuviera una niña,
querría que fuese como ella.
“¡Este es el colmo!”, pensó con disgusto la seño Gutiérrez,
“¡hasta la admira y la querría como hija! ¡Está loca de atar!”
Lucía la miró. No entendía muy bien la poca
simpatía de su compañera hacia una niña como Paulita. La seño Gutiérrez no
hablaba de ello, pero era algo imposible de ocultar porque sus gestos la
delataban.
—¿Qué te pasa con ella? —se atrevió, al fin, a
preguntar.
—¿A mí? —reaccionó entre sorprendida y pillada en
falta—. ¡Nada! Lo que ocurre es que tú no pasas tanto tiempo con ella como yo.
No obedece y va a su aire.
—No sé lo que pasa en tu clase, pero en la mía es
de lo más participativa y entusiasta. ¿Obedecer? Es que no se da el caso. Nunca
me ha dado la impresión de que desobedezca. Aunque sí es verdad que le gusta
tomar la iniciativa, y yo la animo a ello.
—¡Uy! Parece que Luis se ha caído y se ha hecho
daño. Voy a acercarme por si necesita una cura —dijo la Seño Gutiérrez, aliviada
por encontrar la excusa perfecta para abandonar la espinosa conversación.
Tocó el timbre y los escolares se dispusieron en
filas para volver a sus aulas. Cuando la Seño Gutiérrez entró en clase, vio que
Mario y Paulita reían juntos. Al notar su presencia, callaron. Paulita se fue a
su pupitre. La Seño se acercó a Mario y comprobó que había terminado la tarea
correctamente.
—Seguro que te la ha hecho Paulita —dijo con cierto
desdén mirando a la niña de reojo.
—No, Seño. Ya sé hacerlo. Paulita es muy buena
maestra— dijo con cierto temor.
—¿Ah, sí? —reaccionó irritada—. Demuéstramelo.
Con paso firme se fue hacia dónde tenía su carpeta,
y rebuscó de entre las fichas, la que le parecía más difícil. Volvió al sitio
de Mario y se la colocó en su mesa.
—Toma. Aquí tienes. Si la haces sin ningún error,
mañana sales al recreo.
—¿De verdad? —preguntó Mario entre ilusionado y
apabullado.
—Sí, de verdad. Cuando termines de hacerla, me
llamas.
Mario se puso manos a la obra. Ya ni se acordaba de
la última vez que pisó el patio durante un recreo. Su madre había ido un sinfín
de veces a hablar con su tutora, pero fue en vano. La seño se mostraba tenaz e
inflexible.
@ana.escritora.terapeuta
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Me ha impactado este relato triple. Me ha hecho pensar.... gracias! Besitos
ResponderEliminarGracias por comentar. Sí, de eso se trata: mover a la reflexión. Un fuerte abrazo.
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