viernes, 7 de marzo de 2025

¿Amor propio o amor condicionado?

 




La energía más potente y poderosa que mueve el mundo es el amor. El amor genuino nace en ti y hacia ti, para luego extenderse al otro. En el camino hacia nuestra realización personal hay espejismos que nos apartan de nuestro sendero, y que limitan nuestra expansión y crecimiento. Sin darnos cuenta, nos deslizamos hacia la pendiente. Y cuando menos lo esperamos, estamos colgados del precipicio. Sucede porque hay automatismos y creencias fuertemente arraigados que nos impulsan a consolidar el amor hacia nosotros mismos en la aprobación social, en lugar del amor propio. Es más, con frecuencia se confunde el amor propio con egoísmo. Nada más lejos de la realidad.

El amor propio surge de un amor incondicional hacia ti mismo. Lo que significa que independientemente de lo que ocurra en el exterior, siempre tendrás tu aceptación. Puedes equivocarte, cometer errores, pifiarla. Pero eso no hará que te condenes ni te culpes. Asumes tu responsabilidad, aprendes de tus errores y, si es posible, corriges el resultado de tus acciones o decisiones. Después de una caída, siempre tendrás la oportunidad de levantarte y recomponerte. De salir más fuerte y airoso. De aprender y ser más sabio.

Cuando te anclas en el amor propio no ves el exterior como una amenaza sino como una oportunidad para crecer: de dentro afuera. El otro y su brillo no es sino un estímulo de inspiración para que tú también puedas brillar, porque el éxito de otro es la confirmación de tu propio éxito. El amor hacia ti conduce al amor hacia el otro, al fortalecimiento interior y a la expansión. No temes porque no te sitúas en tomar o recibir aprobación sino en dar y aportar valor a los demás, lo que te coloca en una situación de abundancia y plenitud. Eres el que das, no el que pide.

El amor que hunde sus raíces en la aprobación social es un amor condicionado a obtener logros, éxitos o cumplir expectativas; lo que te coloca en una situación de vulnerabilidad. Si no consigues lo esperado, surgen la culpa, el miedo y el rechazo. Por tanto, cada vez, te alejas más de ti mismo en el espejo distorsionado de los demás. El movimiento es de fuera hacia dentro. 

En el amor condicionado, el exterior se convierte en un escenario peligroso donde reina la amenaza del otro. Para brillar tienes que aferrarte al control externo, opacar al otro. Compites para ser. Paradójicamente, cada vez que intentas ser más fuerte, te debilitas interiormente y te contraes. Surge la envidia y el rencor hacia uno mismo, en tanto, que no recibes o tomas de los demás lo que ansías para ser. Este camino te coloca en una situación de carencia: eres el que pides. Y si pides es porque no tienes para dar.

Ana Cristina González Aranda.

@ana.escritora.terapeuta.


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